sábado, 18 de agosto de 2012

DE PROBLEMAS PASADOS (homenaje a las cabinas)



Hablo de críticas y desacuerdos, desde una perspectiva humorística; y no lo hago por gusto sino con conocimiento de causa. Y es que creo conveniente lanzar un aviso al concejal de mi pueblo. No por el Plan General de Ordenación Urbana ( ¿Qué es eso en estos días? ¿Existen planes urbanísticos? ), que si bien me parecía descabellado, lo criticaremos si hay nuevas oportunidades de hacerlo; no, me refiero a uno de los servicios del pueblo; llamémoslo telefonía.

Por suerte o desgracia ( haciendo balance desde que escribí esta historia, por desgracia ) era uno de de esos jóvenes ennoviados y encima formal por esas fechas. Fruto de ello junto con los pertinentes problemas de solvencia económica propia de un estudiante ( novia equivalente a gastos, esto no ha cambiado ) adolezco también de la incomprensión propia de las madres. Todo ocurrió aquella vez que la mirada seria e incomprensiva de mi madre señalándome con el dedo, me mostraba la fatídica factura del teléfono; un inagotable listado de números y letras cuyo resultado final era un aumento de 30€ a 50€ ( precio actualizado a la moneda “única”, solo en la moneda porque en el resto de Europa todos vamos por libre ). Yo no creí que fuera tan grave pero para evitar males mayores me eché a la calle a la busca y captura de una cabina telefónica ( si, si, eso ha existido, os lo describo, estancia rectangular con o sin compuerta y con teléfono dentro).

Y es que en esos tiempos mi pueblo adolecía de esos extraños objetos públicos que ahora están prácticamente en peligro de extinción y en unos años les pasará como al Lince Ibérico. En esa época, aún solían existir,  y a la por sí ya difícil tarea de conseguir alguna libre, se sumaba la cantidad ingente de monedas que perdías al echarlas en el teléfono, sobre todo cuando empezábas a llamar a los primeros móviles; mas que una máquina de comunicación, parecía una máquina tragaperras. No obstante eso era un mal menor. Más difícil era buscar la intimidad necesaria para llamadas tan sutiles a tu pareja; no hablo de confesiones eróticas públicas, si…un poquito privadas, dentro de la falta de intimidad de estos avances del siglo veinte. Todo lo que le decía a mi novia estaba claro que era con el beneplácito de los taxistas que, sin quererlo, pululaban por los alrededores y más si no era cabina cerrada. Otras veces el ruido de los autobuses y coches, ya que no sé por que extraña razón las cabinas estaban siempre prácticamente metidas en las paradas de buses, era lo que no te permitía hablar o, si hablabas no se te oía y, si no te oían gritabas y daba la casualidad que en mitad de los gritos ya había pasado en autobús o los coches se hacía el silencio y tu conferencia se convertía en un mitin público y hasta se paraba la gente, porque en España siempre hemos sido un poco “Voyeures” y nos encanta escuchar la vida de otros.

Solución al asunto, sobre todo cuando eran cabinas abiertas, intentar aislarte embutiéndote todo lo que podías en el ridículo receptáculo del teléfono cosa harto difícil para gente corpulenta como yo. Apenas acercaba el oído al aparato, se me quedaban encajados los hombros en la dichosa cajita. Luego, en el avatar de tu conversación no puedes tener solo ojos y sentimiento hacia tu chica, tenías que tenerlos hacia los viandantes ya que imaginemos que en el transcurso de una tierna conversación le dices a la chica “Cariño” y le mandas un beso ruidoso, y a tu lado pasa un individuo de dos por dos que, no sé porque razón se da por aludido ( debe ser también que los españoles somos suspicaces ); desde luego su miradas se hacían cuando menos sospechosas o sorpresivas; alomejor te sonreía y te tiraba a ti otro beso.¡ Claro que ya había amor libre!, menos liberado que ahora pero lo había.

Pero lo más duro de todo era el conseguir llegar a la ansiada cabina porque, en momentos de noviazgo, con toda tu sangre en ebullición y más por la chica que, en ese momento es la de tus sueños, se genera una especie de “estado de necesidad” de: hablar, oír su voz, no decir nada, escuchar las mismas frases tontas…. Y solo tienes un objetivo ¡conseguir una dichosa cabina! Y que esté desocupada o, el que está delante de ti sea breve. Bueno hay técnicas de presión como acercarte mucho al que está hablando para que sienta que pierde su espacio e intimidad ( si es que estos artefactos te la ofrecen ) para que apure el tiempo porque si encima tu media naranja es muy precisa con eso de la puntualidad, el no llamar en hora ya te produce una situación de conflicto, estúpido pero, que en ese momento es de suma importancia. Además, estudiar en turno de tarde es un agravante más ya que o llamas a las 22h o ya no hablas con ella ¡Hasta mañana!¡ por dios no puedo! Necesitas hablar ahora. Por lo tanto ya sabes que al salir de tu Universidad más que pedir un billete a tu casa, estás pidiendo uno hacia la cabina más cercana y mentalmente conforme vuelves de tu facultad piensas para ti ¡Por favor conductor písele!


 Esto en los 90 era un hábito normal de los españolitos de a pie. Ahora la comunicación se ha inmediatizado tanto que hasta da miedo. De las cabinas pasamos a los móviles,Iphones, Ipod, Redes sociales que, no niego que tienen sus ventajas siempre y cuando el avance tecnológico no nos condene a estar dos o más personas sentados en torno a una mesa, a apenas unos centímetros de distancia y, cada uno con su móvil jugando o mirando sus cosas en silencio.

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