sábado, 27 de octubre de 2012

DE SOMBRAS ( HOMENAJE A HALLOWEEN )

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Quienes afirman haber visto La Santa Compaña dicen que se aparece en los cruces de caminos para pedir el alma de quien pronto dejará el mundo de los vivos; los perros, anuncian su visita aullando de forma desmedida, los gatos huyen despavoridos, a su paso, cesan los ruidos de los animales en el bosque…

Se hace un silencio sepulcral, interrumpido por el tintineo de una campanilla y los rezos de un fúnebre rosario…”

Tradicional: “Leyenda Gallega de A santa Compaña” .

 

Negra noche inunda las verdes campiñas, luna ténebre ilumina y distorsiona el paisaje, el blanco apenas rompe el negro, el viento calla, en las negras montañas aúlla el lobo, la noche ha destruido al día, los niños caminan con sus libros, en fila de a uno y el bosque les parece totalmente desconocido con la oscuridad, grandes árboles forman siniestras sombras. ¡No detengáis la mirada en el Monte Perdido! ¡No preguntéis a nadie que día es hoy! Los árboles cobran vida, ¡corred niños corred! ¡Como alma que lleva el diablo! Y no miréis atrás. Las criaturas de la noche ya están aquí, son ya huesos y dolor, ¡no miréis atrás u horrores os paralizarán y abandonaréis para siempre el mundo de los vivos.

Tocad las carracas cuando entréis en el pueblo, que ahora es un pueblo fantasma, porque sino vuestros padres no abrirían la puerta, esta noche no. Si oís las campanillas y el silencio se adueña del bosque, no respiréis, no miréis ni gritéis, solo corred hasta quedaros sin resuello. Calla el viento, se hace el silencio, ¡tarde! Ya es tarde. Suenan las campanillas, solo aúllan los perros de terror, de las entrañas del infierno sube una música tenebrosa, acompañada de cantos profanos y rezos de rosarios fantasmales, ¡ya os están llamando! ¡Ya llegan aquí!....Estáis a su merced. Sacos de huesos y polvo, ennegrecidas por el tiempo y el dolor sus sayas blancas disipan los jirones de niebla que arrastran, mientras la niebla se enreda en los árboles. Luz mortecina de cirios y procesión de almas mientras el frío se apodera del pueblo. ¡Marcad una cruz en el dintel de vuestra puerta!, solo así pasarán de largo, si se paran en tu casa, reza con más fervor que nunca y expía tus pecados o jamás veras amanecer, y nunca mires sus cadavéricos rostros y las cuencas de sus ojos vacías porque verás como se hacen reales tus pecados y todo el sufrimiento que has causado, y tu alma nadará por siempre en esa desesperación por los siglos de los siglos….Ya no tienes alma, la ha devorado la Santa Compaña, eres un recipiente vacío que nunca más hallará la paz de la muerte. Si has sobrevivido, peregrina a San Andrés de Teixidó porque el altísimo te ha dado una segunda oportunidad ¡pecador!

¡Cerrad las puertas niños y corred a vuestra casa! Empieza la danza de las ánimas y la fiesta de las criaturas de la noche, vuestras peores pesadillas hoy se harán realidad, es Halloowen.

( Pequeña colaboración de Halloween para el “Ceip AGORA” de mis hijos )

martes, 2 de octubre de 2012

FOTO-ARTE: COLORES AZULES

"Son reflejos, en el gris del cielo se refleja el azul del agua, paisaje sombrío, tirsteza y belleza".

"Desdibujada la cumbre, mezclada con el cielo se encaja rompiendo la monotonía, Manzanares el Real".

Photos by Alberto.

FOTO-ARTE: COLORES AMARILLOS


" Septiembre, siega, costumbres que perviven aun en Madrid, amarillo todo, alfombra de rastrojos y un camino a tu interior".




"El otoño llega, el verde alegre del rostro de los árboles da paso al amarillo melancolico, reflexión, tiempo de añoranza".

Photos by Lázaro y Alberto.

DE MADRID....

                                                      Photo by Alberto


"Escribir de Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora”

Mariano José de Larra.


Dejé allá arriba, donde el verde se mezcla con el cielo tierras añoradas a pesar de mi breve niñez allí vivida. Luego, nos instalamos en un pueblo prefabricado, hecho para aquellos que no quiere enfrentarse a la vertiginosa vida de la capital. ¡Que gran decisión fue esa! Después de 30 años sigo pensando que Madrid es para visitarla, abstraerte de lo que te repele y disfrutar de las posibilidades que te ofrece.

La entrada en Madrid es como el descenso a un largo, profundo y pronunciado túnel. Es esa sensación de negrura que te invade todo hasta que tus ojos se acostumbran a la poca luz y entonces, sin tiempo a aterrizar te despiertan de un empujón. Los malos humos lo invaden todo, incluso los grandes parques o pulmones de la ciudad no se libran de la interminable plaga de humanos. Verde artificial, ostentoso en su amplitud para anestesiar la vista de lo que hay más allá de sus muros vegetales. En los buses y los metro la gente se apiña, una corriente humana te lleva en volandas y así debe ser, si quieres salir de esa corriente entonces te avasalla hasta que te derriba. Vagones de metro siempre embotellados, buscas un rincón de espacio apretado contra las puertas, tu burbuja, esa estancia imaginaria que te creas para abstraerte de todo acaba de ser reventada. En la calle, no hay horas, solo sabes que cuando se va el sol, una esfera roja y turbia, es hora de irse a casa, pero mientras, en la calle, el frenético ritmo de vida se mezcla con el eterno sombrero de la ciudad, los ruidos de los coches y las continuas sirenas de las ambulancias. Trafico infernal, peligrosos malabaristas de las avenidas llamados Taxis, gritos de personas, teléfonos móviles, traquetean en tus oídos ¿ Donde están los pájaros? ¿Hace viento? ¿Por qué no oigo el murmullo de las hojas? Vida desorientada, vago por los bulevares sin rumbo fijo, levanto la vista al cielo e intento respirar algo de aire, no hay ni un minuto de paz salvo al mirar hacia la sierra, enormes montes azules y negros velados por la cortina gris de la polución de Madrid, solo puedo verla un segundo ya que me he parado y molesto a los que iban detrás mía, como una correa de distribución, homogéneas filas de personas se distribuyen por las principales avenidas de esta ciudad-mastodonte, la sangre de estas avenidas visten traje, llevan maletín y tienen prisa por producir dinero. El tiempo es oro y Madrid es el mayor productor de oro, ese oro que millones de personas persiguen para extraerlo en forma de billetes con las cuales llenar sus abultadas cuentas o como promesa de búsqueda del Dorado de todos aquellos que vienen de más allá intentando dejar atrás sus penurias, puntos insignificantes como yo. La maquinaria de este monstruo no puede detenerse ni por la noche. Tráfico y atascos a las cuatro de la mañana en las avenidas de Madrid. La noche como elemento de descarga de adrenalina, toda la adrenalina contenida durante las horas de trabajo.

Descubres con los años grandes persona entre esa maraña inmutable de seres y también grandes decepciones. La gente olvida sus valores absorbido por el ritmo de vida que impone esta ciudad. Descubres grades esperanzas y desilusiones. Alguna noche, sientes el viento y si tomas resuello en tu carrera diaria y miras a tu alrededor, te postras ante la impresionante monumentalidad de muchos de los edificios que pueblan estas calles. Mientras, como desde la primera vez que te relacionaste con esta ciudad, las grandes cristaleras de los rascacielos reflejan la blanquecina luz del sol y te golpean sin piedad en los ojos. Aprendes con el tiempo a encontrar en este infierno de hormigón, oasis de paz, bellezas escondidas como chicas furtivas que apenas te miran y te sonríen. Se puede llegar a respirar, filtrando lo que no quieres sentir y abstrayéndote con lo que te llena contemplar.

Yo soy hombre de provincia, nací en medio del mar rodeado de ese gran azul que llena el alma y te da paz. Nunca cambiaré las olas del Océano Atlántico rompiendo en las playas o los acantilados, quizás por eso, por sentirme desarraigado en la capital, sé disfrutar con más intensidad los pequeños detalles de vida que a retazos milimétricos me ofrece Madrid. Tantos años me han enseñado a controlar el agobio y claustrofobia que me produce la ciudad pero sigo buscando las avenidas monumentales, donde corre el aire e incluso alguna vez refresca y contemplas los palacetes y monumentos y, en cierto modo te llega un murmullo apenas imperceptible de ese añorado mar, ese que me susurraba al oído por las noches cuando las olas alcanzaban la costa. Entonces sé que algún día volveré allí y me dejaré mecer en sus brazos mientras me duermo plácidamente con su canto.